La solución para hacer frente a este problema es desarrollar sistemas capaces de almacenar esa energía cuando no se consume. De forma que se pueda recurrir a ella en los momentos en los que más se necesite.
Una de las tecnologías en las que más esperanzas se están depositando para el almacenamiento de energía es en las baterías. Las más extendidas y conocidas son las de iones de litio, que hacen posible un uso más eficiente de la energía y una mayor adopción de energía renovable. Las baterías de litio se basan en un variado grupo de tecnologías, en el que el hilo conductor para acumular energía es el uso de iones de litio, unas partículas con carga positiva libre que pueden reaccionar fácilmente con otros elementos.
Cuando los paneles fotovoltaicos captan la radiación solar y la convierten en energía, esta se puede conectar a la red eléctrica o puede conducirse por medio de sistemas aislados. El excedente de energía que producen esos paneles se almacena en baterías para su uso durante la noche o en los períodos de poca radiación solar.
Las baterías de litio pueden almacenar entre el 95 y 99% de la energía generada de una forma muy eficiente. Con las baterías, se pueden aprovechar más los proyectos de energía solar ampliando el acceso a la energía y reduciendo las emisiones de CO2.
Como inconveniente de este sistema, habría que mencionar la dificultad para encontrar algunos de los materiales. Además, el litio es una sustancia finita y cara, lo que dispara el coste de almacenamiento de energía en estos dispositivos.
En un futuro se espera que los sistemas de almacenamiento de energía permitan gestionar la energía renovable, adaptando la generación y demanda en cada instante, evitando vertidos de energía y respaldando al sistema eléctrico en periodos de baja generación y alta demanda.