A medida que aumentan las temperaturas, la eficiencia de los paneles solares disminuye. Por lo que las altas temperaturas afectan de forma negativa a la energía fotovoltaica.
Los paneles solares tienen una clasificación de temperatura de funcionamiento estándar (STC) que indica su rendimiento óptimo a una cierta temperatura. Si las temperaturas superan esta clasificación, la eficiencia de los paneles puede disminuir. Esto se debe a que los materiales semiconductores utilizados en los paneles solares tienen una menor capacidad para convertir la luz solar en electricidad a temperaturas más altas.
Por otro lado, las altas temperaturas pueden causar la degradación de los componentes de la instalación fotovoltaica. Esta exposición continua al sol puede acelerar el envejecimiento de los materiales, reducir la vida útil de los componentes lo que aumenta el coste de mantenimiento y afecta a la rentabilidad a largo plazo de una instalación.
Además, las olas de calor pueden generar estrés térmico en los paneles solares, provocando tensiones y deformaciones en los materiales, lo que daña a los paneles solares y afecta a su funcionamiento normal.
En condiciones normales, los paneles solares pueden alcanzar temperaturas de 25 a 30 grados por encima de la temperatura ambiente. Por lo tanto, si la temperatura de una ola de calor es de 40 grados, los paneles pueden llegar a alcanzar temperaturas de hasta 70 grados.
En conclusión, para mitigar los efectos del calor en las instalaciones fotovoltaicas, es importante implementar medidas de diseño y gestión adecuadas. Esto puede incluir la selección de paneles solares con una mejor tolerancia al calor, la instalación de sistemas de enfriamiento o ventilación, y el monitoreo regular del rendimiento de la instalación para identificar y abordar problemas potenciales.
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