Este tipo de ataque tiene varios objetivos, entre los que se incluyen el robo de información personal, la instalación de malware, la realización de fraudes financieros y la suplantación de identidad. Los ciberdelincuentes buscan obtener datos sensibles que puedan utilizar para acceder a cuentas bancarias, realizar compras no autorizadas o cometer otros tipos de fraude. A través de enlaces o archivos adjuntos maliciosos, los atacantes pueden instalar software dañino en los dispositivos de las víctimas. Con la información obtenida, los delincuentes pueden hacerse pasar por la víctima y acceder a sus cuentas y servicios en línea.
Para protegerse contra el phishing, las empresas deben implementar una serie de medidas preventivas. Es fundamental formar a los empleados para que reconozcan correos electrónicos y mensajes sospechosos, y siempre verificar la autenticidad de los remitentes antes de proporcionar información o hacer clic en enlaces. Añadir una capa adicional de seguridad mediante la autenticación de dos factores (2FA) puede ser muy efectivo para proteger las cuentas. Además, es importante implementar y mantener actualizado el software de seguridad, y evitar hacer clic en enlaces o descargar archivos de remitentes desconocidos o sospechosos.
El término phishing proviene de la palabra inglesa “fishing” (pesca), haciendo alusión a la técnica de lanzar un cebo y esperar a que las víctimas “muerdan el anzuelo”. Este tipo de ataque comenzó a ganar notoriedad en la década de 1990, con los primeros incidentes registrados en la red de America Online (AOL) en 1995. Desde entonces, el phishing ha evolucionado y se ha convertido en una amenaza constante y en evolución .
El phishing representa una amenaza significativa para las empresas por varias razones. Un solo clic en un enlace malicioso puede exponer información confidencial de la empresa y sus clientes, lo que puede resultar en transferencias de dinero no autorizadas y costes significativos para la recuperación de datos y sistemas. Además, las filtraciones de datos pueden afectar gravemente la confianza de los clientes y la reputación de la empresa. En algunos casos, las empresas pueden enfrentar multas y sanciones legales si no protegen adecuadamente los datos personales de sus clientes.
Es una amenaza constante y en evolución que requiere una vigilancia continua y medidas preventivas robustas. Las empresas deben invertir en la formación de sus empleados, implementar tecnologías de seguridad avanzadas y mantener una cultura de ciberseguridad para protegerse contra estos ataques.
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