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La evolución de la energía en los últimos 50 años ha sido un viaje fascinante, lleno de cambios tecnológicos, políticos y sociales que han transformado la forma en que generamos, distribuimos y consumimos energía. Este recorrido no solo nos muestra cómo hemos pasado de depender casi exclusivamente de los combustibles fósiles a una diversificación energética más amplia, sino también cómo la conciencia sobre el medio ambiente ha moldeado nuestras decisiones energéticas.

Evolucion energias

El desarrollo de las energías renovables no ha sido constante, sino que ha fluctuado a lo largo del tiempo. La llegada del carbón y, más tarde, del petróleo, sacó de la escena temporalmente a las energías renovables por razones de conveniencia económica y practicidad.

En los años 70, el mundo vivía bajo la sombra del petróleo. Este combustible fósil no solo alimentaba la mayoría de los automóviles, sino que también era esencial para la industria y la generación de electricidad en muchos países. Sin embargo, la dependencia global del petróleo se volvió evidente durante la crisis de 1973, cuando un embargo por parte de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) hizo que los precios se dispararan y el mundo entrara en pánico.

La crisis también impulsó a los gobiernos y a las sociedades a reflexionar sobre su vulnerabilidad energética. Empezó a surgir un interés por la eficiencia energética y por encontrar alternativas al petróleo. En este contexto, la energía nuclear comenzó a ganar protagonismo como una opción viable para la generación de electricidad, ofreciendo una fuente de energía que no dependía de los caprichos del mercado del petróleo.

Durante los años 80, el panorama energético comenzó a diversificarse. Aunque el petróleo seguía siendo una fuente clave de energía, los países comenzaron a invertir más en energía nuclear y a explorar otras opciones. La energía nuclear, en particular, experimentó una expansión significativa, con países como Francia liderando en la proporción de electricidad generada a partir de reactores nucleares. Esta década también fue testigo de una mayor conciencia sobre los riesgos asociados con la energía nuclear, especialmente después del accidente de Chernóbil en 1986, que planteó serias dudas sobre la seguridad de esta tecnología.

Mientras tanto, empezaron a surgir los primeros proyectos de energía renovable. La energía solar y eólica, aunque aún no competitivas en términos de costos, comenzaron a atraer la atención de científicos e ingenieros que veían en ellas el futuro de la generación energética.

La década de los 90 trajo consigo la liberalización de los mercados energéticos en muchas partes del mundo, especialmente en Europa y América del Norte. Este proceso de desregulación permitió una mayor competencia y eficiencia en el sector energético, y como resultado, los precios de la energía se estabilizaron o incluso disminuyeron en algunos casos.

Durante estos años, el gas natural salió a la luz como una alternativa popular para la generación de electricidad. Su uso se expandió rápidamente debido a varias razones: era más limpio que el carbón, más barato en muchos casos que el petróleo, y las nuevas tecnologías permitían que las plantas de gas natural fueran más eficientes. Esta transición hacia el gas natural marcó un importante cambio en el mix energético global, posicionándolo como un puente hacia un futuro menos dependiente de los combustibles fósiles más contaminantes.

La primera década del siglo XXI fue testigo de un cambio significativo en la forma en que pensamos sobre la energía. Las preocupaciones sobre el cambio climático comenzaron a ocupar un lugar central en las discusiones políticas y públicas, lo que llevó a un aumento masivo en la inversión y desarrollo de energías renovables.

El Protocolo de Kioto, que entró en vigor en 2005, fue un catalizador importante en este sentido. Al establecer compromisos vinculantes para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, incentivó a muchos países a apostar por tecnologías limpias. La energía eólica y solar comenzaron a despegar, no solo en términos de capacidad instalada, sino también en competitividad de costos.

La década de 2010 fue la década en que las energías renovables dejaron de ser una opción alternativa y se convirtieron en una parte fundamental del mix energético global.

Uno de los avances más notables de esta década fue la caída drástica en los costes  de la energía solar y eólica, lo que las hizo cada vez más competitivas frente a los combustibles fósiles. Al mismo tiempo, las redes eléctricas comenzaron a modernizarse con la introducción de tecnologías de redes inteligentes que permiten una mejor gestión de la energía y la integración de fuentes renovables intermitentes. También vimos el auge del almacenamiento de energía, con las baterías de litio como protagonistas, haciendo posible almacenar el exceso de energía generada en momentos de alta producción para su uso posterior.

Hoy en día, estamos inmersos en una transición energética que busca reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles y avanzar hacia un sistema energético más sostenible y resiliente. La electrificación de sectores como el transporte y la calefacción, la adopción masiva de energías renovables y la innovación en tecnologías como el hidrógeno verde están dando forma a este nuevo paradigma.

Sin embargo, esta transición sigue teniendo desafíos. Las cuestiones geopolíticas, las inversiones necesarias para modernizar infraestructuras, y la necesidad de una transición justa que no deje atrás a las comunidades más afectadas por el cambio son temas que deberán abordarse en los próximos años.

En resumen, la evolución de la energía en los últimos 50 años nos ha llevado desde una dependencia casi absoluta de los combustibles fósiles hasta una era en la que las energías limpias y la tecnología desempeñan un papel central. Es un viaje que continúa, impulsado por la necesidad de enfrentar el cambio climático y garantizar un futuro energético sostenible para las generaciones venideras.

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